Mucha era la incertidumbre en la previa del torneo sobre cómo jugaría Huracán, sobre todo si se tiene en cuenta que hasta hace sólo unos días, seguía esperando refuerzos (léase un Nº9) para intentar suplir el gran vacío goleador que dejó «Wanchope» Ábila en la delantera quemera.

Después de más de 2 meses, la tardía, pero llegada al fin de 3 (si, leyó bien, tres) delanteros al plantel, hacía suponer que el puesto estaba cuanto menos, cubierto.

No obstante y llamativamente para algunos, luego del buen segundo tiempo del Globo ante Godoy Cruz donde el equipo pareció en líneas generales, haber recuperado la solidez que mostró el campeonato pasado, Eduardo Dominguez decidió como ante el «Tomba», parar frente a Quilmes un equipo sin centrodelantero natural, aún con la llegada de un viejo conocido de la casa como Jerónimo Barrales.

El partido táctico de Huracán, tuvo dos mitades distintas.

En el primer tiempo, nuestro «hombre Zen» como gusta llamarle la prensa a nuestro DT, propuso al igual que en la primera fecha, un 4-2-3-1 que intentó sin éxito «maquillar» la ausencia del 9.

En la franja central de la cancha, la vuelta a la titularidad de Matías Fritzler como volante de recuperación estuvo acompañada por Mauro Bogado, quien con libertad de movimiento ofició por momentos de interno izquierdo, para conectar principalmente con Julio Angulo y, en ocasiones, con Mariano González o al «Rolfi» Montenegro, quienes llegaban alternadamente y con poco peso a la posición de «9» en los ataques.

Sabiendo de esa carencia, sin duda alguna la principal carta ofensiva del equipo de Dominguez fue por la banda derecha, donde había una clara intención de jugar de forma directa con el habilidoso Ignacio Pussetto. Por allí llegaron la mayoría de los ataques quemeros durante el primer tiempo, apostando a avanzar mediante la individualidad del nuevo «7 bravo» que en complicidad con interesantes movimientos estratégicos de Nicolás Romat, logró orquestar las jugadas más peligrosas.

Defensivamente Huracán volvió a mostrar una floja actuación. Las permanentes subidas de los marcadores de punta sin un buen retroceso (sobre todo por parte de Garré), la falta de precisión en los pases de todo el conjunto, y errores individuales fortuitos (el gol visitante llegó tras un resbalón de Romat y una inusual y grave falla de Marcos Diaz) tuvieron sus consecuencias en un equipo que deberá mejorar sustancialmente este ítem su quiere recuperar la solidez que demostró el semestre pasado.

En los segundos 45 minutos, la historia cambió radicalmente. Los ingresos de Patricio Toranzo por Ezequiel Garré y Jerónimo Barrales por Mauro Bogado, modificaron sustancialmente el esquema de juego. Luca Sosa reemplazó a Garré en el lateral izquierdo y ante la falta de un central entre los suplentes, Fritzler retrocedió para jugar en esa posición.

Lejos de decidir cambiar puesto por puesto e incluir a Lucio Compagnucci en lugar del ex Lanus, el DT mutó del 4-2-3-1 a un 4-3-3 con tres volantes creativos, parando a Mariano González como único hombre de contención y liberando a Toranzo y Montenegro para abastecer a la delantera que muchos creíamos, sería titular: Angulo como extremo por izquierda, Barrales peleando contra los centrales y «Nacho» Pusetto, que siguió siendo un dolor de cabeza para la zaga «cervecera» con una velocidad y habilidad que por momentos nos hizo olvidar a Espinoza.

Pese al resistido cambio por Pussetto (luego se sabría que por una dolencia y no por una decisión táctica), el ingreso del «Kaku» le dió profundidad a Huracán, que minutos después y gracias a un oportuno rebote que supo capitalizar Luca Sosa, de actuación más que aceptable jugando de «3», el Globo terminó por rescatar un empate ante un equipo que, en los papeles, era más que vencible.

De cara a lo que viene, Huracán deberá preocuparse por definir un equipo titular que le permita de una vez por todas, consolidar una estrategia clara para adquirir seguridad y estabilidad en su juego.