Suele decirse sobre aquellos “grandes hombres”, esos que marcan una época -dirían los pensadores del Romanticismo-, que cuando mueren se convierten en un mito.
Es algo así como la estación final. Si llegaron ahí, es porque pincharon fibras íntimas. Bien. Pero con René Houseman es distinto; no se convirtió en mito porque ya era un mito para miles y miles de hinchas de Huracán que no lo vimos reírse en una cancha. Crecimos con su mito, cierto. Con ese gol en curda a River; con esas medias con elásticos gastados y bajas; con esa unión paternal que tenía con el Flaco; con ese Metropolitano en el que enseñó que el fútbol también era arte. Este mito era distinto. Este se te aparecía de verdad y estaba creado a nuestra imagen y semejanza. Se tiraba en la plaza de Alcorta, a metros de la villa, a tomar sol; reputeaba desde el alambrado de la platea; se trenzaba con periodistas; te mangueaba un sope si hacía falta. Así como nosotros. El más humano de los Dioses, diría Eduardo Galeano: sucio, atorrante, borrachín y todo lo demás. Y nosotros, los Quemeros jóvenes, nos enamoramos también de ese René irreverente.
Se murió René Orlando Houseman, gloria de la Selección Argentina y del Globo, titulan la mayoría de los medios nacionales e internacionales. Para nosotros es distinto. Se fue una parte de Huracán. El que marcó una era y fue representativo de una época. ¿O acaso es mera casualidad que haya explotado un Houseman en los 70? Estaban dadas las condiciones para que apareciera ese atorrante y desfachatado, ese villero que tenía conciencia de clase (porque no alcanza con ser humilde para tener conciencia) y que estaba orgulloso de su condición.
Y cuando se dice que murió una parte de Huracán no es metafórico. Porque la identidad Quemera, forjada a través de generaciones, tiene mucho de René. Nuestra historia de buen fútbol tiene mucho de él; nuestra historia de barrio humilde, laburante y peleador también se escenifica en su persona.
Hay un discurso político histórico, que se esbozó por alguna isla lejana y en conmemoración por la muerte de Guevara. “Queremos que sean como el Che”, se repetía en ese discurso. Para nosotros, de acá en adelante, queremos que nuestros ídolos del club sean como René. Nosotros, de hecho, siempre quisimos ser un poco como René.
Cristian Defeo