Huracán le jugó de igual a igual a uno de los escoltas del torneo en condición de visitante y dejó una imagen que alivió la herida de la vergonzosa producción ante Arsenal.

No era complejo. Alcanzó con no tocar para atrás sin criterio y no revolear la pelota a cualquier lado. De entrada se notó un espíritu completamente distinto en el equipo de Parque Patricios, que ésta vez salió a la cancha con varias modificaciones obligadas, algunas por suspensión y otras por paupérrimos rendimientos.

Azconzábal dejó atrás para este partido el 4-3-3 que venía utilizando en sus distintas versiones, para definir un 4-4-2 con los ingresos de Carlos Araujo en lugar del expulsado Romat, Risso en reemplazo de Nervo (que llegó a la 5º amarilla) y la inclusión en el mediocampo de Lucio Compagnucci, quién jugó junto al “Polaco” Fritzler a raíz de los pésimos 45 minutos de Bogado en el partido anterior. Por otra parte, la salida de Molina y la vuelta a la titularidad de Alejandro Romero Gamarra, Briasco hizo su debut como centrodelantero desde el arranque, acompañado por el ecuatoriano Angulo.

Con este dibujo, la visita jugó con dos mediocampistas de marca, Mariano González por la izquierda y el “Kaku” sobre la derecha -aunque tenía la indicación de moverse en libertad por la cancha- y el “Negro” acompañando al juvenil atacante, que se mostró, como el resto del equipo, muy metido en el partido.

A pesar de que el “Vasco” trabajó la pelota parada durante la semana, lo que dejó a sus dirigidos cerca de convertir en los primeros minutos, la verdadera clave del “Globo” en ofensiva eran las diagonales que marcaban hacia adentro Gamarra y González, estrategia entendible teniendo en cuenta que ambos se encuentran más cómodos como enlaces.

Si bien el dominio global de la primera parte fue del “Pincha”, que lastimaba por los costados con los desbordes de Solari y Otero, Huracán se le plantó bien a uno de los escoltas del torneo, con los laterales concentrados en la tarea defensiva (no se vio a Araujo lanzándose al ataque como Romat porque con el cambio de esquema sólo atacaban los de mitad hacia arriba), manejando a su favor la mitad del campo gracias al sólido andamiaje del doble cinco, y sabiendo utilizar la movilidad de los creativos para alimentar a los delanteros, que intercambiaban posiciones para desacomodar a la defensa rival.

En el comienzo de la segunda mitad, Estudiantes aprovechó una jugada de pelota parada para marcar un gol que debió haber sido anulado por encontrarse Desábato en posición adelantada al recibir la pelota. No obstante, 2 minutos después, el “Quemero” hizo alarde del apodo de la ciudad platense, cuando Mariano González le entregó la pelota a Romero Gamarra y cortó en diagonal hacia la derecha, recibiendo una magnífica descarga del número 17 y posteriormente mandándola al fondo de la red.

A partir del empate, la visita siguió activa y buscando el arco rival con Angulo y Briasco punzantes en ofensiva y generando ocasiones claras de gol, pero sufriendo más de lo esperado en defensa.

Con el correr de los minutos y empezando ver con buenos ojos el punto en condición de visitante, el DT restó juego y sumó contención cuando a los 29’ del complemento sacó a Mariano González y le dio a Mauro Bogado la oportunidad de redimirse de su olvidable partido ante Arsenal.

Tres minutos más tarde, Azconzábal completó la transformación táctica al disponer la salida Romero Gamarra en pos del debutante Lucas Cuevas, tras lo que el 4-4-2 mutó hacia un 4-3-3, quedando Compagnucci a la derecha y Bogado a la izquierda de Matías Fritzler en la mitad del campo, mientras que Angulo pasó al ala derecha y el recién ingresado se movió por izquierda, dejando a Briasco como único delantero de área.

Finalmente, al minuto 43, el chico de inferiores dejó su lugar a Diego Mendoza, quien se mostró activo los pocos minutos que jugó, en los que no contó con chances de gol.

Nos llevamos de La Plata un punto y una indiscutible mejora en el juego -que tiene que haber servido para cambiar el chip del equipo de cara a los complicados partidos que se vienen- y la sensación de que esta vez, se jugó un partido serio.